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El duelo de Carlos


¿En qué se convierte el tiempo ante un evento desafortunado? Carlos, nunca pensó que la vida se reduciría a una llamada telefónica.

Un día, como cualquier otro, Carlos se encontraba trabajando en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La primavera daba sus primeros pasos y, junto con ellos, la alegría que despierta el calorcito en los ciudadanos; Carlos, no era la excepción.

Mientras pasaba el día entre planos y diseños, su teléfono comenzó a vibrar. “Carlos, Carlos”, le dijo un compañero mientras golpeaba su hombro. “Te está sonando el teléfono hace un rato”, sentenció. Es que entre el modo silencio del celular y su -característico- despiste, no se había dado cuenta. “Gracias, Lucas”, respondió casi al mismo tiempo que contestó la llamada. “Hola, Pa”, dijo con tono alegre. Del otro lado de la línea, una voz mustia le respondió:


– Cachito, ¿cómo estás? Te molesto porque recién me di cuenta que falta una semana para tu cumple y no planeamos nada.


– No te preocupes, Pa. Seguro lo mismo de siempre, alguna comida en familia… nada del otro mundo– le dijo Carlos interrumpiéndolo.


– Bueno, hijo, como vos quieras. ¿A qué hora volvés a casa? Porque yo estaba pensando en volver antes… no me estoy sintiendo muy bien y, tal vez, podías pasarme a bus…


Un golpe seco se escuchó impidiendo que Joaquín termine la frase. “¿Papá? ¿Hola?” Carlos cortó la llamada. Intentó sin éxito contactarlo en su trabajo. Silencio. Silencio, lleno de ruido.

Una muerte súbita se llevó todas las palabras que, Carlos, no pudo decir. Se llevó todos los abrazos que no se animó a dar. Se llevó los sueños compartidos y los momentos que “pueden esperar”. Hoy, Carlos, le teme al compromiso, al mañana y su vida se resume en un “tal vez” porque el silencio de aquella última llamada, todavía vive en él.

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