La agonía de Bárbara

Bárbara sabe, en su interior, que lo tiene que dejar. Quizás, aún no comprendió que alargar los finales solo genera más dolor.
Prolongar un duelo es realizarlo de a pequeños pasos.
Con sus jóvenes veintitantos años, Bárbara intentó de todas las maneras ser vista por Juan. En ocasiones, tenemos la falsa creencia que, cuando una relación amorosa se formaliza, somos dueños de aquel otro que siente, piensa y vive su propia realidad; en otras palabras, creemos que nos pertenece, que es de nuestra propiedad. Y así, con esa convicción de que nadie le arrebatará lo que ya es suyo, Juan camina a diario por las calles de Buenos Aires; así, con la tranquilidad de quien obtiene el premio mayor de la lotería es que Juan pasea por las noches porteñas, de baile en baile, de fiesta en fiesta. Mientras, en la soledad de una pequeña casa en la ciudad de la furia, Bárbara tiene una convicción: tiene que dejarlo pero, no lo quiere lastimar.
El amor agoniza y, Barbie, todavía no descubrió que en esa agonía se deja a ella.