Los pensamientos de Pedro

Nací el 10 de enero de 2022. Sí, tengo 3 meses y algunos días de vida. Soy Pedro, disculpen mi mala educación… es que empiezo a creer que… ¡Ahí viene mi mamá! Seguro es hora de comer y es apropiado que lo manifieste con una sonrisa cuando aparezca. Verán, cuando nací -no sé bien cómo ni por qué- supe que voy a ser alguien, en tanto y en cuanto, otro me contemple, me vea, y que el mundo lo conocería a través de los adultos que me rodearan. Es por eso que, de manera inconsciente, lloré cuando me agarraron.
Mamá es una mujer alta, grande, rubia y fuerte. Por las noches llora a escondidas de papá y cree que nadie la escucha, pero yo sí. “¿Dónde está mi hijo?”, ahí llega papá gritando alegre. Viene con una camiseta de fútbol en la mano, sé lo que es porque “vamos mi bosterito, carajo”, me dice mientras sacude una remera azul y amarilla y bostero dice en una canción mientras mira el partido todos los domingos que juega Boca. A veces, se pone pesado por el hecho de que soy varón.
Andy, el perro, suele visitarme (sobre todo cuando grito). Aunque siento que me tiene celos, igual es un gran compañero.
Les decía, antes de que me interrumpan, que mamá llora por las noches. Yo tampoco aguanto a papá cuando toma. Por momentos, estoy seguro de que él trabaja solo para poder comprar esos cajones inmensos con botellas marrones de vidrio. Mamá hace lo mejor que puede… Cuando ella quiso salir a trabajar solo recuerdo ruidos fuertes durante un largo tiempo. Ella entró en el baño. Cuando la canilla se cerró, escuché pasos hacia donde está mi cuna. Hinchada, roja, llorando, se acercó y me susurró: “Lo quise hacer por nosotros. No sé qué hacer, Pedro”. La miré fijamente a los ojos intentando hablar: “Vayamos lejos, mamá. ¡Salgamos de acá! ¡Salvame! ¡Salvate!”. Solo salieron sonidos inentendibles de mi boca… ¡qué frustración!
La música me gusta, quizás sea porque a papá no le importa qué hora es o si es mi hora de dormir (otra pelea con mamá)… pero a mí me gusta. Cuando sea grande quiero bailar hasta tarde porque parece divertido. Además, siempre invitan mucha gente y los hombres ríen a carcajadas. Tal vez por lo divertido que es, mi papá insista tanto en que entienda que soy varón, hombre o machito, como dice él. Lo que no llego a entender es por qué las mujeres se quedan en un rincón con caras un poco tristes o decepcionadas. Ellos las invitan a bailar y les hacen algunos gestos que todavía no entiendo qué son y si no se paran, las buscan aunque no quieran… ¿No es más fácil pararse sola? No lo sé porque, como entenderán, yo no camino, entonces no tengo idea de lo que se siente.
Este es mi mundo. Así, todos los días aprendo algo nuevo para poder ser una persona grande el día de mañana. Como les dije al principio, si bien yo pruebo algunas cosas solo, como por ejemplo, las texturas con mis manos, el mundo me lo están enseñando aquellos que me rodean. Ellos son los que me cuidan: como pueden, como saben, como les sale. El problema es que cuando aquellos que te tienen que cuidar no lo hacen, el mundo se vuelve un lugar terriblemente amenazante. Tengo miedos, muchos miedos. Empiezo a creer que, el día de mañana -cuando crezca- voy a ser alguien parecido a papá.